Rodrigo Alonso
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Francisco Ruiz de Infante. Learning White. Video instalación. 1998. |
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Francisco Ruiz de Infante. Los Paseos Nocturnos. Video. 1994. |
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Directo e inmediato como parece, el mundo que conocemos trasciende la realidad de los objetos y de los hechos físicos. El diálogo con nuestro entorno cotidiano no es independiente de interpretaciones y aprendizajes. Existen formas de nombrar, de referir, de negar, de descubrir, de ocultar. Hay un saber que se expande, una memoria que resiste y un presente que se reconfigura permanentemente en palabras y estímulos audiovisuales.
La obra de Francisco Ruiz de Infante es una exploración por esa compleja naturaleza que identificamos con la experiencia humana. Surgida del permanente empeño por abismarse en las configuraciones de sentido escrupulosamente enmarcadas por la cultura, transita con frecuencia un universo audiovisual extrañado, producto del trabajo en los límites del dispositivo técnico.
Sumergirse en las texturas de la imagen, frecuentar la palabra hasta desarrollar una reacción casi física al lenguaje, o exaltar el entramado sonoro que subyace en los umbrales de lo perceptible, son algunas de las estrategias que permiten a Ruiz de Infante evitar las configuraciones narrativas tradicionales, reconduciendo el proceso de gestación de sentido hacia una experiencia sensorial.
Sin embargo, Infante no desconoce las limitaciones impuestas por el contrato social a lo que puede y debe conocerse a partir de los sentidos. De ahí su preocupación, casi obsesiva, por el proceso de aprendizaje que orienta la adquisición de las habilidades y las conductas necesarias para la convivencia, y la insistencia en la etapa de la vida en que dicha adquisición se produce. Algunos elementos autobiográficos aparecen necesariamente al sumar a su interés en la infancia, la memoria de su propia experiencia infantil.
Un EspaÑol en ParÍs
Tras estudiar bellas artes, música y artes audiovisuales en el País Vasco que lo vio nacer, Francisco Ruiz de Infante comenzó una carrera que lo ha llevado a alternar de manera permanente entre las artes plásticas, la escritura y el video. Su trayectoria en las artes plásticas es la derivación lógica de sus estudios en bellas artes; su incursión en el video es consecuencia de su habilidad para la escritura. Conociendo esa habilidad, un grupo de amigos lo convocó para escribir el guión de un cortometraje experimental. Poco tiempo después, Ruiz de Infante decidía hacer su propia incursión en el medio audiovisual, primero en super-8, y más tarde, tras vencer ciertos prejuicios iniciales, en video.
A través de la tecnología electrónica, Infante dotó a su obra audiovisual de una imagen sumamente plástica, que pudo integrar sencillamente a las instalaciones espaciales que venía produciendo en galerías y museos. La video instalación le permitió resolver el conflicto entre la dualidad de circuitos por los que transitaba su obra; no obstante, la oscilación entre diferentes medios continuó siendo una marca en la producción del artista vasco.
Desde 1991 reside en París, lugar en el que ha fundado, junto a otros artistas, la asociación Autour de la Terre, productora de su obra más reciente.
Una PoÉtica de la Errancia
Aún en la dispersión de medios que caracteriza a su obra, Infante ha logrado una coherencia poco común en un artista de su edad. Esa coherencia es fundamentalmente temática. Su recorrido por los diferentes medios no ha hecho sino reforzar, desde perspectivas siempre cambiantes, ciertas constantes y preocupaciones recurrentes, traducidas en un universo personal e inmediatamente reconocible, que escenifica un conflicto permanente entre el hombre y su entorno.
Ese conflicto es la consecuencia de algún tipo de exclusión, de algún exilio no siempre forzado, sino muchas veces auto-impuesto, ante la imposibilidad de integrar un universo que se presiente ajeno y hostil. Frecuentemente, el sentimiento de desarraigo surge de saberse extranjero, por no pertenecer a determinada cultura o por no hablar correctamente una lengua.
La incapacidad para establecer un lugar de pertenencia promueve un estado de errancia casi crónico. Los protagonistas de sus videos ven pasar el mundo sin poder fijar un instante o aprehender alguno de sus sentidos. El mundo es, para ellos, esencialmente incomprensible. Esta situación los arroja a la duda, la culpa, la incertidumbre o el desamparo. No pueden evitar vivir el mundo como un mal sueño, o como la señal de una catástrofe permanentemente en cierne.
El Lenguaje de las Cosas Simples
En los videos de Infante prácticamente no hay personas; siempre hay, sin embargo, voces o textos adjudicables a personas. Aunque la pantalla rechace la presencia de individuos, no hay nada en la imagen que no remita a un universo profundamente humano. Por que fundándolo todo subyace una mirada poco objetiva que porta las reflexiones de un ser inclaudicable en su tarea de señalar su conflicto con lo que lo rodea.
La palabra es un espacio fundamental para el despliegue de ese conflicto. No sólo por que en ella se funda uno de nuestros modos principales de relacionarnos con nuestro entorno, sino por que en ella se ponen en evidencia, además, las restricciones del lenguaje. En la palabra se patentiza la no complementariedad entre los hombres, y las dificultades para la comunicación tanto de conceptos como de afectos. El lenguaje disponible sólo permite transmitir cosas simples, y eso no siempre es suficiente.
Insistir en la búsqueda de una experiencia ajena al lenguaje ha sido una de las máximas tareas de Ruiz de Infante, lo que se ha intensificado en sus últimas obras. En éstas, la palabra deja su lugar a la manifestación de estímulos visuales y sonoros, que crecientemente conducen al espectador hacia los límites de la resistencia física. Los Lobos (1996), obra centrada en la adquisición de las reglas de supervivencia que se configuran a partir del encuentro de la experiencia sensorial con la social, es la máxima exponente de este camino hacia el despojamiento lingüístico.
Estructuras PolifÓnicas
La presencia casi constante del lenguaje en la obra de Infante nunca va adscripta a las narrativas tradicionales, especialmente en cuanto a su relación con la imagen. La palabra agrega una voz a la polifonía producida por la no concordancia visual y sonora. Cada componente del complejo audiovisual establece un contrapunto con los demás que estimula la asociación poética de las partes, evitando toda interpretación unilateral.
Los videos de Infante están plagados de voces, más esas voces no suelen tener una identidad definida. Por momentos parecen configurar personajes, pero sus rasgos son lo suficientemente imprecisos como para permitir una exploración psicológica o una caracterización dramática. A veces funcionan como el fluir de una conciencia, un monólogo interno o una apelación a un interlocutor, acaso ausente. Otras tienen la forma de un diálogo entre seres igualmente ignotos, pero que parecen encarnar roles, o que se diferencian por su diversidad lingüística o idiomática.
Son pocos los casos en que existe una concordancia directa de la imagen con lo que los protagonistas de las obras ven o expresan. Las relaciones son más bien lábiles y apuntan a un sistema relacional complejo y no siempre evidente.
El Mundo, Ese Desconocido...
Los espacios más frecuentados por la imagen son parajes naturales, en los que suele predominar el agua -en sus diferentes estados- la tierra y la vegetación. Esos territorios están allí para ser explorados, reclaman el acercamiento extremo o el contacto casi táctil, más su presencia lleva la impronta de lo efímero y el esplendor de lo perdido. Esa fugacidad les da un aire de melancolía y cierto misterio que en ocasiones los torna amenazantes. Son, por otra parte, espacios profundamente desconocidos y ajenos a la experiencia urbana contemporánea.
Esa mezcla de desconocimiento y perplejidad frente al mundo es el resultado de una mirada preponderantemente infantil. A través de sus personajes, Ruiz de Infante revisita la etapa vital en la que parece posible aún cierta pureza e inocencia en la relación con el mundo. Pero una pureza que se demuestra incapaz de asimilar las aristas más crueles de la realidad y una inocencia que resulta más de una vez la puerta de acceso para el engaño o la violencia. Adversidades contra las que se reacciona aprendiendo, incorporando a la experiencia una caracterización limitante del universo, que por un lado lo captura pero que por otro lo aleja para siempre.
Es por eso que no podemos dejar de extrañarnos cuando la imagen nos revela nuestro entorno más inmediato. Lo sublime, pero también lo banal, tienen en la obra de Francisco Ruiz de Infante, la contundencia de lo inusual, simplemente por que el artista ha decidido que debamos retransitar su experiencia, reinsertando en el ejercicio de los sentidos la complejidad del vínculo del hombre con su propia naturaleza.
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Publicado en:
Mediápolis, Año 3, Nº 5, Buenos Aires, Agosto de 1998.
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