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Apuntes para una micro-estética


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Rodrigo Alonso

 

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Horacio Zabala. Tensiones. Tinta sobre mapa impreso. 22 x 28 cm. 1974. ampliar foto Horacio Zabala. Ficciones. Envases de aceite, vidrio, acero. 60 x 16 x 12 cm. 1999. ampliar foto

En la historia de la estética existen algunas reflexiones memorables. La pregunta de Adorno “¿Cómo hacer poesía después de Auschwitz?” es, sin dudas, uno de los grandes desafíos para el arte posterior a la segunda guerra mundial, aun si ciertas corrientes artísticas se han negado a afrontarlo. No menos contundente es la reconsideración que hace Jean Clair de las vanguardias, cuando se pregunta si la intransigencia de los artistas modernos no preparó el terreno para los totalitarismos del siglo XX.
Contrariamente a la tradición del pensamiento romántico, uno y otro consideran que el artista no es un ser aislado de su contexto social. En sus reflexiones, arte y sociedad se interpenetran. La posición de Duchamp no es muy diferente cuando “contamina” el circuito del arte con objetos de la vida cotidiana en sus ready-mades. Nuevamente, lo artístico y lo supuestamente extra-artístico, lo estético y lo social, pierden la mutua indiferencia a la que los confinaban las teorías románticas de la autonomía del arte, señalando, en cambio, un campo de afinidades que los artistas contemporáneos continúan explorando hoy.
La obra de Horacio Zabala existe en este ámbito de interpenetración entre lo estético, lo social y lo político. Sus piezas, deudoras en muchos casos de la lógica discursiva del ready-made, plantean una reflexión sobre condiciones sociales, políticas y culturales precisas, a través de propuestas conceptuales encauzadas en presentaciones que no reniegan de la metáfora y la poesía.
El terreno en el que se mueve Zabala es, desde ya, bastante peligroso. La articulación de política y estética fue, para Walter Benjamín, una de las características principales de los mayores totalitarismos del siglo XX. Sin embargo, Zabala logra evitar esa estetización de la política que Benjamín observaba en la retórica del fascismo o del nazismo, a través de una poética de lo cotidiano. Su constante recurso a las producciones más simples de la vida ordinaria, a lo ínfimo y a lo sub-valorado, lo ubican en las antípodas del espectáculo que denunciara Benjamín y posteriormente, aunque en otras circunstancias, Guy Debord.
Las obras del artista rechazan toda espectacularidad porque trascienden lo meramente estético (o su superficie, la que interesaba a los líderes totalitarios) a través del concepto. Éste, genera una tensión entre lo político y lo estético (*) que evade la dilución del comentario social en la mera fachada visual.
Frente a la actitud grandilocuente de los espectáculos nazifascistas, en las propuestas de Zabala encontramos algo así como la manifestación de una micro-estética. Una insistencia en lo inmediato, en lo dramáticamente cotidiano, en el uso y el reciclaje de lo habitual. Un universo de materiales, productos, herramientas y útiles en el que no podemos evitar sentirnos implicados, porque conforman un horizonte de referencias demasiado cercano, del que nos resulta muy difícil abstraernos.
Al exhibir conflictos latentes en lo cotidiano, sus piezas invocan –aunque no necesariamente de manera explícita- la teoría foucaultiana de una micro-física del poder. Para Foucault, las manifestaciones del poder no se dan mayoritariamente a gran escala, sino que se encarnan en prácticas, situaciones y discursos impregnados en la cotidianidad.
Mediante sutiles desplazamientos entre forma y función, sentido evidente y sentido implícito, ocultamiento y exhibición, expresión y silencio, Horacio Zabala extrae de nuestro mundo próximo una serie de cuestiones que convocan la mirada pero también la reflexión. Y en su punzante apelación al pensamiento, a la superación de los formalismos, a derribar las barreras entre lo institucional-artístico y el contexto socio-cultural, asume un compromiso con su tiempo, un tiempo que no ha encontrado aún respuestas para estas preguntas en las que se plasma también una actitud ética y existencial.

 

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Publicado en:

Horacio Zabala (catálogo). Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes, 2002.

Notas

(*) En una de sus obras, Horacio Zabala emplea la fórmula física: Tensión = fuerza / superficie. En un alarde de arbitrariedad ¿podríamos traducir esa fórmula por: Concepto (tensión) = política (fuerza) / estética (superficie)?




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