Rodrigo
Alonso
Más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia
Alejandra Pizarnik
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Gabriela Golder. Lost in Paradise. Fotografía color C-Print. 60 x 40 cm. 2004. |
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Gabriela Golder. The Sun is Mine. Fotografía color C-Print. 2004. |
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A lo largo de su trayectoria, Gabriela Golder ha elaborado, lenta y
persistentemente, un corpus de obras con una identidad evidente. No se
trata exactamente de un estilo. Habría que hablar, más
bien, de una táctica. Más allá del universo
de temas y personajes que pueblan sus videos e instalaciones, es el posicionamiento
que adopta frente a aquéllos lo que mejor define su pensamiento
y su labor artística.
El método parece bastante simple. Consiste, en general, en nombrar
situaciones a través de su contrario. Hay mujeres que huyen o
emigran para encontrarse con sus orígenes; hay una búsqueda
de la belleza en la brutalidad. Hay una necesidad de abrir espacios de
clausura, o de enfatizar el silencio a través de sonidos ensordecedores.
Lo privado se torna rápidamente público, lo intrascendente
adquiere la solidez del monumento. Aunque lo parezca, no se trata de
una estética de la oposición, sino por el contrario, de
una férrea voluntad por extraer el núcleo de una situación
a partir de lo que parece estar ausente en ella.
La táctica de Golder se describe mediante una palabra cuya sola
mención produce escalofríos en Argentina: subversión.
Aniquilar la subversión fue el objetivo que promovió la
tortura, muerte y desaparición de personas durante la dictadura
militar de la década de 1970, los años en la que la artista
vivió su niñez. No es casual que los ecos de ese proceso
político aparezcan con frecuencia en sus obras.
Sin embargo, la politicidad de esas obras es mucho más contundente
en el nivel de la construcción narrativa y formal, en la potencia
con que las fracturas sociales, las fluctuaciones políticas y
las marcas de la historia repercuten en la existencia individual y en
el espacio cotidiano. En el entendimiento cabal de la máxima feminista,
según la cual, lo personal es político.
Según Michel de Certeau, la táctica es una acción
determinada por la ausencia de un lugar propio, por la necesidad de operar
en un terreno ajeno, organizado por una ley extraña. Es el arte
del débil, del que aprovecha los intersticios que le permiten
hablar en un ámbito discursivo dominado por otra voz. En épocas
de censura, la posibilidad de nombrar lo que no se podía decir
fue, ante todo, una cuestión de tácticas. Hoy, Golder se
apropia de esos procedimientos para referirse a situaciones que, aunque
se puedan hablar, pueden no ser agradables de escuchar.
Este desplazamiento de la censura a la potencialidad de lo no-dicho, marca
de manera particular la obra de la artista. La marca histórica,
estética y políticamente. Aparece con insistencia como el
resultado de una elaborada reflexión sobre las formas de abordaje
de circunstancias conflictivas, de ambientes y personajes en encrucijadas
críticas, o de un singular posicionamiento femenino frente al mundo.
Actúa como mirada incisiva, muchas veces íntima y no exenta
de sensibilidad, evocando hechos cuya visión no está prohibida,
pero que todavía nos cuesta enfrentar.
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Publicado en:
The Sun is Mine (cat.exp.). Frankfurt: Künstlerhaus Schloss
Balmoral, 2004.
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